Instituto Ruso Pushkin

 



UN PASEO ENTRE LOS ÁRBOLES DE BELAVEZHA Y LAS MARISMAS DE PRIPIAT
16/12/19

El pasado viernes 13 tuvo lugar la segunda microconferencia del nuevo ciclo de este curso, "Un paseo entre los árboles de Belavezha y las marismas de Pripiat", sobre Bielorrusia

Iván comenzó hablando sobre el nombre de lo que hoy es la República de Bielorrusia (Рэспубліка Беларусь), que aparentemente proviene del nombre Bielaya Rus, y que acabaría amalgamándose como Bielarus (Беларусь). Es un nombre que no siempre ha hecho referencia a la misma realidad. Apareció entre los siglos XII y XIV, pero hasta mediados del siglo XVII hacía referencia a distintas partes de Rusia y Ucrania, como un término itinerante. A partir de mediados del siglo XVII se denomina de manera consistente con este nombre a la zona oriental de la actual Bielorrusia (incluyendo parte de la vecina Rusia hasta Smolensk). La parte occidental se denominaba Litva, debido al prolongado control lituano de la zona; en ocasiones este término se utilizaba para referirse a Bielorrusia al completo. Con el tiempo, especialmente con el desarrollo del nacionalismo durante el siglo XIX, el término acabaría englobando también a la parte occidental y dando nombre a todo el territorio.

Las interpretaciones de Bielaya son variadas:

– Como referencia a Rutenia Blanca, las tierras de la antigua Rutenia lituana pobladas por eslavos cristianizados, en oposición a la Rutenia Negra, poblada por baltos paganos.

– Como referencia a las características físicas de la tierra, más concretamente a la nieve que la cubre en invierno.

– Como referencia a la vestimenta tradicional, de color predominantemente blanco, y la fisionomía de sus habitantes, de tez muy clara.

– Como referencia a las tierras pertenecientes al antiguo reino de Rus no conquistadas por los mongoles, explicación especialmente popular en Bielorrusia. Según los expertos que respaldan esta teoría, el término “blanco” originalmente significaba ‘libre, no conquistado’.

Según algunos expertos, el término Bielorrusia (Белору́ссия) parece que tomó carta de naturaleza definitiva durante la época zarista; esta era una de las “Rusias” a las que hace referencia la expresión “Zar de todas las Rusias”. Las “Rusias” eran los territorios habitados por los eslavos orientales más estrechamente relacionados. No obstante, en 1840, el zar Nicolás I ordenó que no se utilizasen ninguno de los dos términos, así que a la provincia se le daba el nombre de Provincia del Noroeste o Rusia Nororiental. La elección de un término, Беларусь o Bielorrusia, es problemática, ya que tiene distintas implicaciones a nivel político, entroncando con diversos problemas actuales del país. En algunas lenguas se utiliza el primero, como en inglés (Belarus), mientras que en otras se utiliza el segundo, como en alemán (Weißrussland) o en ruso (Белоруссия). Como ejemplo de su controvertido carácter, en 2009 se hizo una petición al gobierno sueco para que cambiase el nombre oficial con el que se reconocía al país de Vitrussland (Rusia Blanca) por Belarus. En ocasiones, Bielorrusia también ha sido denominada Kryviya (tierra de los Kryvichos, la mayor de las tribus eslavas que se asentaron originalmente en la zona) o Vialikalitva (Gran Litva).

A continuación, Iván nos habló de la geografía y el clima de la región. Bielorrusia, que no cuenta con salida al mar, aunque se encuentra cerca del Báltico, está situada entre Letonia y Lituania al norte, Polonia al oeste, Ucrania al sur y Rusia al este. Es un territorio excepcionalmente plano, que alterna llanuras bajas con regiones de colinas bajas y mesetas. Las regiones de colinas bajas, antiguas morrenas glaciares, separan las llanuras de las tierras bajas, que debido al pobre drenaje de los suelos característicos de la zona suelen ser pantanosas y contener numerosos cuerpos de agua (se calcula que hay más de 10.000 lagos en Bielorrusia, aunque ninguno de ellos es especialmente grande). 

Desde Polonia se extiende la Cadena Bielorrusa, el principal accidente geográfico del país, dejando al norte las Tierras Bajas de Polatsk y al sur la Llanura Central de Byarezina, que desciende suavemente hacia el sur hasta convertirse en las marismas de Pripiat. Estas, una de las zonas pantanosas más grandes de Europa, se encuentran en la cuenca del río Pripiat, uno de los principales afluentes del Dniéper, y se extienden hacia el sur, penetrando en Ucrania. El nombre de Pripiat es también conocido por ser el pueblo en el que se encontraba la tristemente famosa central nuclear de Chernóbil. La antigua central se encuentra a muy pocos kilómetros al sur de la frontera, lo que explica el importante impacto que tuvo en la población del sur del país el accidente de 1986, ya que la mayor parte de los elementos radiactivos acabaron depositándose en Bielorrusia; hace unos años los estudios señalaban que una quinta parte del territorio aún presentaba contaminación radiactiva.

Además de por la riqueza en recursos hídricos, de manera muy similar a sus vecinas las Repúblicas Bálticas, Bielorrusia es un país cubierto por importantes extensiones de bosque por casi la mitad de su territorio. En el norte predominan las coníferas, mientras que en el sur la proporción de árboles de hoja caduca es más alta, aunque han sido tradicionalmente los más afectados por los proyectos de ampliación del terreno cultivable, especialmente en las tierras altas. No obstante, aún se pueden encontrar en el país extensiones del bosque mixto primigenio que antaño cubriese Europa. La más destacable de ellas es el Bosque de Belavezhskaya o Belavezha, de unos 1200 km2, que se extiende hasta la vecina Polonia, en la frontera oriental del país. Antiguo coto de caza de reyes y zares, se eligió como lugar donde reintroducir el bisonte europeo, cazado hasta su extinción justo después de la IGM, a partir de animales en cautividad. Es la “reserva natural” más antigua de Europa, y actualmente tiene el estatus de Patrimonio de la Humanidad.

El clima es de tipo continental moderado, con inviernos medianamente fríos y veranos frescos, aunque algo más húmedos por la mayor influencia del Atlántico. La parte más cálida del país es el extremo suroeste, donde la temperatura media en enero es de -4ºC, en comparación con los -8ºC del extremo noreste; en el suroeste se registran de media unos 170 días libres de hielo por los 130 del noreste. La temperatura media en verano es de unos 18ºC. La pluviosidad es moderada, entre 530 y 700 mm de lluvia, algo superior a la media de la mayor parte de España, aunque inferior a las provincias del norte.

Nos adentramos entonces en la historia. Bielorrusia es una tierra habitada desde el Paleolítico. Fue una de las primeras áreas en las que se asentaron los eslavos, entre los siglos VI y VIII. Las tribus de la zona fueron formando distintos principados entre los siglos VIII y IX, que acabarían a mediados de este último siglo bajo la órbita del poderoso reino Rus de Kiev, una de las primeras formaciones políticas estables de esta Europa oriental, esteparia, fundado por los Varegos procedentes de Suecia, que también incluía al principado de Nóvgorod. El nombre de Rus proviene del nombre genérico con el que las tribus finlandesas se referían a los Varegos suecos. Este reino acabaría cediendo ante la progresiva descomposición de la autoridad central, deteriorando sus capacidades hasta ser incapaz de enfrentarse a los imparables mongoles. Durante estos siglos y hasta finales del siglo XII se fundaron la mayor parte de las ciudades de la zona.

El vacío de poder dejado por la caída del reino de Kiev fue llenado por el Gran Ducado de Lituania, aunque el territorio gozó de una gran autonomía durante esta época, que también fue testigo del desarrollo de la lengua e identidad bielorrusas. No sería hasta el siglo XVI, con la introducción de los Estatutos Lituanos, un conjunto de tres leyes que codificaban el derecho civil y las leyes de propiedad, cuando el gobierno lituano se hizo más poderoso, ya que estas leyes reducían a los campesinos a la servidumbre, perdiendo algunas libertades que poseían, como el derecho a emigrar.

Bajo el gobierno de la Mancomunidad de Polonia-Lituania, formada tras la Unión de Lublin en 1569 (en realidad una formalización de una unión dinástica que duraba casi dos siglos) se produjo una clara polonización de la aristocracia bielorrusa. Se intentó combatir la fortaleza del cristianismo ortodoxo con la Unión de Brest en 1596, que combinaba el reconocimiento de la autoridad papal y algunos ajustes doctrinales con una mayoría apabullante de ritos y tradiciones ortodoxos. A pesar de ciertos éxitos, no amenazó seriamente el estatus de la ortodoxia entre la mayor parte de la población bielorrusa.

El gobierno de los terratenientes polonizados no era especialmente popular; de hecho, muchos huyeron a las estepas y se refugiaron entre los cosacos. No obstante, hasta finales del siglo XVIII, con las particiones de la Mancomunidad, no pasarían estas tierras a formar parte del imperio de los zares. Tras siglos de aculturación por influencia polaca, que habían provocado la expansión del catolicismo romano y el uso del alfabeto latino, los zares iniciaron una política de rusificación de estas tierras, con la reintroducción del alfabeto cirílico y la fe ortodoxa. Esta política fue todo un éxito, como demuestra que, para la efímera república independiente que surgió en 1918 tras la descomposición del imperio de los zares, no se eligiese otro nombre que Bielorrusia, la “Rusia blanca”, mientras el territorio estaba ocupado por las tropas alemanas.

Tras la retirada de las tropas alemanas, el 1 de enero de 1919 se anunció la creación de la República Socialista Soviética de Bielorrusia, aunque en abril de ese mismo año fue invadida por tropas polacas, que fueron repelidas por el Ejército Rojo al año siguiente, hasta que se firmó el Tratado de Riga en 1921, por el que se dividía Bielorrusia entre Polonia y la Rusia soviética según las fronteras de la Primera Partición de Polonia. Estos territorios cedidos a Polonia serían recuperados tras la invasión soviética durante la IIGM. La RSS de Bielorrusia fue una de las cuatro fundadoras de la URSS el 22 de diciembre de 1922.

Al estallar la guerra entre Alemania y la URSS las tropas alemanas ocuparon rápidamente toda la república, si bien se produjo una prolongada y denodada resistencia en la fortaleza de Brest. Durante la retirada alemana se produjeron importantes batallas en el territorio, extendiendo la devastación: se calcula que un cuarto de la población de la república murió durante la IIGM, la mayor parte durante esta última fase de la guerra.

Bielorrusia fue una de las repúblicas que más tibiamente persiguió la independencia en época de Gorbachov. Tras lograrla en 1991, el camino hasta la formación estatal fue lento. La constitución de 1994 supuso la creación del oficio de presidente, para el que fue elegido Alexander Lukashenka. Su control sobre el Soviet Supremo era fuerte, lo que le permitió realizar un referéndum en noviembre de 1996 que aprobaba un cambio constitucional que le concedía amplísimos poderes y la extensión de su mandato. La oposición trató de resistirse pero, haciendo gala de sus nuevos poderes, disolvió el Soviet Supremo y creó un nuevo cuerpo legislativo, con poderes muy reducidos, del que se excluyó a la oposición.

A diferencia de otras antiguas repúblicas soviéticas, en Bielorrusia imperaba una política de mantenimiento del socialismo de mercado y de fortalecimiento de los lazos con Rusia, que contaba con el respaldo popular, aunque este no era unánime. Entre 1997 y 1999 conformó con Rusia el Estado de la Unión, una unión de carácter económico y político, aunque con ciertos problemas de definición.

En octubre de 2004 tuvo lugar otro referéndum en el que se aprobó la extensión del gobierno de Lukashenka por dos mandatos más. En la segunda mitad de la década se produjo cierta mejora de las tensas relaciones con la UE, tras la liberación de algunos presos políticos y el inicio de una tímida liberalización económica.

Lukashenka ha ganado con mayorías aplastantes en todas las elecciones a presidente que se han realizado desde la independencia, en 1994, 2001, 2006, 2010 y 2015.

La IIGM tuvo un impacto enorme en la economía de la República de Bielorrusia, cuya agricultura e industria quedaron prácticamente destruidas. Después de la guerra se llevó a cabo un importantísimo proceso de reconstrucción, que llevó a la creación de un floreciente tejido industrial que dependía de las importaciones de materias primas y energía desde otras partes de la URSS. Por lo tanto, la disolución de la URSS fue un duro golpe para la economía bielorrusa, con la subida de los precios de las materias primas, y la pérdida de importantes receptores de la producción industrial. Los primeros años de la Bielorrusia independiente se tradujeron en cierta liberalización económica, que se paralizó con la llegada al poder de Lukashenka. Hoy en día la gran mayoría de la banca y la industria son de titularidad pública.

Como respuesta a los problemas económicos se buscaron lazos más cercanos con Rusia, que continúa siendo su principal socio comercial, lo que permitió la recuperación económica en la década de los 2000 (también aumentaba el comercio con países de la UE). 

El país fue muy afectado por la crisis de 2008, especialmente su industria automovilística, y en 2011 el rublo bielorruso sufrió una fuerte devaluación, que volvió a devaluarse paralelamente a la devaluación del rublo ruso en 2014. La economía ha estado estancada hasta 2017, cuando la mejora de la situación internacional ha permitido la reentrada de capitales extranjeros en el país.

En el sector primario bielorruso, cada vez de menor importancia, destacan tanto la pervivencia de las granjas colectivas como el cultivo de lino (en su momento constituía un 25% de todo el lino producido en la URSS). Además, uno de los principales recursos del país es la explotación de sus abundantes reservas de potasa. El sector secundario es particularmente importante en el país, constituyendo un 40% del PIB, destacando la producción de diversos tipos de maquinaria y vehículos y el refinado de hidrocarburos.

Una característica destacable de la economía bielorrusa es la alta inserción de la mujer en el mercado laboral, en todos los sectores, no solo en los ámbitos más tradicionales como educación, sanidad o comunicaciones, sino también en la industria y en la agricultura.

En cuanto a la población, el 80% de los habitantes son étnicamente bielorrusos, y las mayores minorías son rusos (aprox. un 8%), polacos (alrededor del 3%) y ucranianos (entre el 2 y 3%). Otras tres minorías destacables son gitanos, judíos y tártaros (en torno al 1% de la población cada una). El caso de los judíos es tristemente revelador del durísimo impacto de la IIGM; antes de la guerra eran la minoría más importante del país, e incluso constituían más de la mitad de la población urbana. En 1914 se calcula que había en la región aproximadamente 1,3 millones de judíos, mientras que para el censo soviético de 1989 solo quedaban en la República unos 142.000 judíos, si bien es cierto que no todo el descenso en su número se debe estrictamente al genocidio, sino también a la emigración y a los cambios en las fronteras del país.

En Bielorrusia la principal religión es el cristianismo ortodoxo, que sin ser religión oficial del Estado mantiene un estatus privilegiado, extendida entre casi la mitad de la población. En el país también podemos encontrar una minoría católica, especialmente en la zona oeste del país, cerca de Lituania y Polonia, que abarca aproximadamente al 7% de la población. No obstante, algo más del 40% de la población se considera no creyente, posiblemente como herencia de tiempos soviéticos.

El bielorruso, integrado en el grupo eslavo oriental, puede ser visto como un eslabón intermedio entre el ruso y el ucraniano. Al igual que estos, se escribe con el alfabeto cirílico, con algunas peculiaridades propias, aunque durante los siglos XVIII y XIX en ciertos ámbitos se utilizó el alfabeto latino por la influencia polaca. Debido a la historia del país, el idioma cuenta con un importante número de préstamos polacos y rusos.

El bielorruso, que se fue diferenciando de los dialectos de las otras tribus eslavas orientales desde el asentamiento de estas en la región, se convirtió ya en el siglo XIII en lenguaje administrativo y comercial del Gran Ducado de Lituania, mientras que el eslavo eclesiástico ocupaba el papel de lengua litúrgica. Después de la formación de la Mancomunidad de Polonia Lituania, tanto el bielorruso como el eslavo eclesiástico fueron sustituidos progresivamente por el polaco y el latín, de tal forma que solo se mantuvo entre el pueblo llano.

No sería hasta el siglo XIX, de la mano del Romanticismo, el embrionario movimiento nacionalista bielorruso, y la oposición a la política de rusificación establecida por los zares, cuando se produciría un renacimiento del idioma. No obstante, tuvo que enfrentarse tanto a la prohibición de su publicación en alfabeto latino, vigente desde 1859, como a una intensificada política de rusificación en la segunda mitad del siglo. Aunque se vio reducido de nuevo a los estratos más populares de la sociedad, sobrevivió hasta la Revolución de 1905, cuando se levantaron las prohibiciones previas.

Tras la Revolución de Octubre se produjo la estandarización del bielorruso, aunque durante la mayor parte de la época soviética Bielorrusia volvió a estar sujeta a importantes políticas de rusificación, particularmente efectivas, de la mano de la rápida industrialización del país; los nuevos habitantes de las ciudades, emigrantes del campo, renunciaban con facilidad al bielorruso para adquirir el ruso como lengua cotidiana.

En 1990 se produjo una nueva revitalización del idioma con la promulgación de la Ley sobre las Lenguas, que hacía del bielorruso único idioma oficial. Sin embargo, la lengua pronto se convirtió en un elemento fundamental en el enfrentamiento político en la Bielorrusia postcomunista. Para gran parte de la población, frente a la oficialidad de un único idioma, era preferible el reconocimiento del bilingüismo. Los nacionalistas prooccidentales, que favorecían el uso único del bielorruso, recibieron las críticas de los neocomunistas y conservadores prorrusos, que los acusaban de extremismo lingüístico; estas críticas calaron en la sociedad, que empezó a temer una bielorrusificación forzada, uno de los factores que explica la victoria de Lukashenka en las elecciones de 1994. No obstante, el bielorruso se convirtió en estos años en parte integral de la identidad bielorrusa, vehículo de expresión de literatura y arte.

Con el referéndum de 1995 el ruso se convirtió en lengua cooficial, y en la práctica desplazó al bielorruso en instituciones públicas y educativas. Esto es parte de una política de rusificación propugnada por el gobierno de Lukashenka, quien no considera el ruso como lengua extranjera, sino parte de la identidad bielorrusa. Esta situación ha colocado al idioma en una posición muy problemática, que se refleja en diversos aspectos; según el censo de 1999, aunque aproximadamente un 85 % de los étnicamente bielorrusos reconocía el bielorruso como su lengua materna, solo un 42% lo hablaba de forma cotidiana. De hecho, en las ciudades de Bielorrusia el idioma que más comúnmente se oye es un híbrido de bielorruso y ruso conocido como trasianka (трасянка), cuyo nombre proviene de una mezcla de heno que combina hierba fresca con hierba seca, considerada de baja calidad, al igual que esta variedad lingüística.

No obstante, la competencia en bielorruso se ha convertido en un atributo deseado entre las clases intelectuales urbanas. Este desarrollo es ambivalente, ya que, si bien garantiza la supervivencia de la lengua y la superación de estereotipos que la relacionan con un nivel cultural bajo, puede provocar que se convierta en lengua de un grupo social y político con el que no se identifican muchos bielorrusos. Esta dicotomía se observa en una corriente de la oposición que propone un nacionalismo bielorruso que se comunique en lengua rusa.

La problemática del idioma también se entrelaza con la oposición entre las distintas corrientes religiosas del país. El ruso y el polaco son respectivamente las lenguas litúrgicas de las congregaciones ortodoxas y católicas en Bielorrusia. A estas alturas no sorprenderá ya que el bielorruso no sea lengua litúrgica en el país, excepto en las congregaciones unitarias, que recordemos provienen de la Unión de Brest de 1596, por lo que son formalmente católicas, aunque a nivel doctrinal se encuentran en un punto intermedio entre ortodoxia y catolicismo.

La cultura de Bielorrusia es eminentemente eslava en todos los aspectos. No obstante, debido a los prolongados períodos de dominio exterior, poco queda del sustrato eslavo original, sustituido por importantes influencias externas, si bien de carácter asimismo eslavo, especialmente polaca y rusa, más intensas en las zonas oeste y este del país respectivamente. La influencia polaca y rusa, especialmente durante los siglos XVII y XVIII, que se notó especialmente entre las capas altas de la sociedad, provocó que la cultura tradicional bielorrusa se relacionase con lo rural, el campesino, el folklore, cubierto por una capa de cristianismo.

Las décadas de control soviético todavía se sienten próximas, no en poca medida debido a la evolución política de Bielorrusia. Por ejemplo, muchas de las principales fiestas soviéticas, como el Día de la Victoria (9 de mayo), que se celebra con el correspondiente desfile militar en Minsk, o el Día de la Revolución (7 de noviembre), aún se celebran.

El calendario de fiestas del país es un buen indicador de la situación política. Por ejemplo, el Día de la Independencia no celebra la independencia respecto de la URSS, sino la liberación de Minsk el 3 de julio de 1944, que se celebra con otro desfile militar. Igualmente indicativo es que sean fiestas nacionales el Día de la Constitución (15 de marzo), en referencia a la nueva Constitución de 1994, o el Día de la Unión de Bielorrusia y Rusia (2 de abril), en referencia a la formación del Estado de la Unión. El segundo domingo de mayo se celebra el Día del Emblema Nacional y la Bandera de Bielorrusia.

También se celebran fiestas más generales como Año Nuevo, el Día de la Mujer (8 de marzo), o el Día del Trabajador (1 de mayo), una de las fiestas más populares, cuando se celebran numerosos conciertos y actividades al aire libre, se hacen picnics y barbacoas (shashlyk). Se siguen celebrando fiestas religiosas como las Navidades Ortodoxa y Católica (7 de enero y 25 de diciembre respectivamente).

Las dos fiestas más particulares son Radonitsa (Día de la Conmemoración, celebrada el noveno día después de la Pascua Ortodoxa), una especie de equivalente al Día de Difuntos, durante la cual se visitan los cementerios y se llevan flores a las tumbas de familiares y amigos; y Kupalle (celebrada en la noche del 6 al 7 de julio), equivalente a la celebración del Solsticio de Verano o Noche de San Juan de países del entorno como las Repúblicas Bálticas, con danzas, canciones, y el tradicional salto de hogueras. Esta fiesta, de origen pagano, es una noche muy especial, relacionada con muchos mitos y leyendas, como la legendaria Flor del Helecho (папараць-кветка), que permite entrar en contacto con todo lo sobrenatural que sucede durante esa noche. Hoy en día las celebraciones de Kupalle son una mezcla de rituales ancestrales y diversos espectáculos y conciertos. Se realizan en un formato similar al de un festival, siendo los más famosos Alexandria Gathers Friends, cerca de Mogilev, las Noches de Kupala en Minsk o la Noche de Kupala en el Distrito del Lago, a orillas del lago Sho.

La comida tradicional bielorrusa tiene dos orígenes complementarios: los platos sencillos propios de la gente común, elaborados con los productos frescos de las granjas; y los platos más elaborados, con mayor número de especias y técnicas culinarias más complejas, del gusto de las capas altas de la sociedad. Además, debido a su historia, cuenta con numerosas influencias rusas, lituanas, polacas, judías e incluso alemanas.

Una de las estrellas de comida bielorrusa es la patata, introducida en la región en el siglo XVIII, junto con el pan de centeno. Es una cocina rica en todo tipo de vegetales, legumbres, cereales, setas y bayas, mientras que el uso de carne se ha ido haciendo más frecuente con el paso del tiempo. También hay ciertos platos tradicionales que incluyen pescado, generalmente de río.

Un plato tradicional son los draniki (Дранікі), tortitas de patata y cebolla, que sirven como base de diversas preparaciones. La más sencilla es añadiendo solo nata agria, pero también pueden comerse con machanka (cerdo estofado), mantequilla y cebolla, e incluso como parte de diversos tipos de platos más complejos. Normalmente se preparan solo con aceite y sal, no se usan harina ni huevos. Se rallan las patatas y la cebolla, que se salan y se fríen hasta que quedan crujientes y marrones.

Otro plato tradicional son los lapuni (Лапуны), una especie de bollitos fritos, de masa de patata, que pueden estar rellenos de requesón y ajo, normalmente con semillas de comino o de amapola. En este caso sí se suelen hacer con harina y huevos, aunque se trata de un plato con muchísimas variantes.

Un postre característico son los lakshini (Лакшыны), preparado a partir de una masa, generalmente de patata, que se prepara en forma de tortitas, se seca y se trocea. Esta masa se puede mantener así, como producto a medio hacer, en una forma que se conserva muy bien. Después se añaden leche, mantequilla, sal y azúcar, y se hornea.

El uzvar (Узвар) es una bebida parecida a una compota de frutos y bayas secas, que se introducen en agua hasta que hierven, pudiendo ser endulzada con miel o azúcar, y que se toma caliente.

¡Muchas gracias a todos por venir! ¡Nos vemos en la próxima!